El hentai -que en japones significa algo así como "pervertido" o "perverso"- es un género pornográfico fascinante. Fascinante, digo, por lo que implica. Surge de una sociedad, la japonesa, en la que el dibujo animado -conocido como manga- no se tiene por un artículo de consumo infantil, sino que se considera para todos los públicos -con la lógica segmentación por edades-. Pero la sociedad japonesa también se caracteriza por una peculiar concepción del sexo, que se imbrica con su cultura, una mezcal de atracción y aversión, tan distinto a la aproximación occidental de veto-tolerancia bajo mano.
Pero lo realmente increíble del hentai es como ha conseguido expandirse por todo el mundo. En culturas tan dispares como la occidental y la oriental la atracción sexual por los dibujos mangas con sexo explícito ha conseguido un público, sino amplio, al menos sí respetable, al menos en la medida de conseguir una industria estable que produce numerosos títulos al año.
Respecto al posible cuestionamiento sobre la calidad del hentai, lo cierto es que el abanico es muy amplio. Sin duda el valor artístico no es lo más buscado por muchos de ss consumidores, pero eso no quiere decir ni mucho menos que no exista.
En otra ocasión abordaré las clases de hentai y otras cuestiones, porque a mí tembién, porque negarlo, me fascina este tipo de manga.
Pensa miento
miércoles, 8 de agosto de 2012
martes, 20 de marzo de 2012
El tema que tratamos hoy es un poco polémico, como todos los
que son importantes de verdad, hay diversidad de opiniones y posturas tan
enfrentadas que parecen destinadas a no entenderse nunca y eso que todas las
posturas dicen defender, los derechos de las llamadas trabajadoras del sexo,
que ante todo y eso se olvida a veces, son personas, no elementos o muebles de
ambigua legalidad y futuro incierto.
Muchos son los frentes, seguridad, explotación, derechos
laborales, derechos humanos.
La sociedad en referencia a este tema peca y uso explícitamente
la palabra, peca de ignorancia, algunos pretenden defender los derechos de las
mujeres, aboliendo la prostitución, prohibiéndola a base de multas ilegalizando
su trabajo, persiguiendo a aquellos que requieren sus servicios, demonizándolos
a ellos y a todo su entorno. Salvemos a las indefensas que están obligadas,
sometidas a esclavitud sexual, trata de blancas y cosas mucho peores.
Ciertamente hay que luchar contra cualquier tipo de explotación
y abuso de cualquier ser humano, luchar sin descanso, pero saber a quien están explotando,
no es lo mismo la prostitución a pie de calle, a la intemperie, sin mas
seguridad que la que te pueda ofrecer los mismos individuos, que si no cobran,
logran que no tengas.
Una cosa es estar en esa situación de indefensión, con matices
y cada historia personal, no olvidemos que cada uno es la suma de sus
circunstancias. Todos tenemos que tener acceso a la justicia y a la defensa de
nuestra persona.
Hasta aquí, mas o menos las cosas son claras hay que
defender al indefenso, hay que garantizar los derechos a la autonomía y
dignidad personal, suena bien ¿verdad?, entonces que hacemos con las
trabajadoras del sexo que ejercen su derecho de trabajar, disponiendo de su cuerpo
sobre el cual tienen total y absoluta potestad y poder de decisión, si es
verdad que tienen esa autonomía ¿Cómo es que decidimos por ellas?
La idea de defensa de los derechos, es fundamental en el
mundo actual en el que vivimos, derecho a que tu trabajo sea reconocido, derecho
a cotizar, seguridad social, dignidad, en resumen derecho al trabajo, la
palabra legislación asusta pero solo es legitimar lo que debería ser un derecho
fundamental de todos los ciudadanos, pero no lo es y eso crea muchos problemas,
no hace lo que se pretende al mirar a otro lado las cosas no desaparecen,
solamente se agravan. Si no creas un marco legal todo es tratado como si fuera a
legal, permites que la ilegalidad se instale en el hueco que dejas sin
protección.
Así es como unos pretenden luchar por los derechos de otros,
quitárselos primero y luego confiando en que todo se arregle solo o que por
lo menos no sea noticia, lo que no es público no interesa, cara a la galería son
los paladines de lo que es justo y de la moralidad.
Persigamos la delincuencia, al explotador, al proxeneta, a
todo aquel que atente contra otra persona, pero y ahora llega el pero ¿Qué hacer
con las trabajadoras liberadas? Me explico, gente que se anuncia en prensa,
internet u otros medios, gente independiente que realiza su trabajo de forma
voluntaria, con seriedad, con garantías, con una profesionalidad que ya querrían
tener otros sectores y seguro que ya tenemos en mente varios de ellos que deberían
aprender bastante.
Una manera discreta, lejos de las miradas que se ofenden, lejos
de la inseguridad de profesional y cliente, es la posibilidad de usar paginas o
portales de contactos o citas, ya sabes a que entras, nadie te lleva a engaño,
dispones de fotos y teléfonos para concertar una cita, por dejar un ejemplo de
lo que quiero decir en prensa caliente, hay todo eso, un sitio especializado
donde acceder a lo que sea que busques, sin tener que esconder lo que hace una
mano a la otra.
Recapitulando, los derechos de cada persona deben prevalecer
sobre convenciones moralistas anticuadas y caducas, siempre que esa persona
este ejerciéndolos y no siendo cohibida de cualquier forma u modo. El abolicionismo
no puede solucionar más problemas de los que crea y ya se ha demostrado que no
funciona, prohibir y echar a las sombras a donde nadie lo vea el mundo de la pornografía
y la prostitución hace que la ilegalidad que se mueve en esas sombra y fue
expulsada mucho antes, se frote las manos con el regalo que le hacemos.
No pretendo tener la razón, pero hay grupos actualmente que
luchan por los derechos sexuales de la gente, por evitar la injerencia del
estado en temas tan personales y también gente que quiere legalizar la
situación, ya que solo si decimos que es legal sabremos que es ilegal y se podrá
actuar en contra de los abusos que se produzcan a terceras personas porque no
debemos olvidar lo mas importante de todo esto es que son personas, somos
personas y como tales todos merecemos respeto.
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